XCVI – UNA EXCURSION INOLVIDABLE


Hoy les cuento de hoy.
Porque ha habido un cambio de programa…
Aún cuando tenía yo una cita muy importante…
No fué fácil convencer a Mónica para que me dejara ir a Rhemes. Sobre todo solo.
Después de una animada discusión, nos miramos a los ojos y le dije “Tengo que ir absolutamente. Siento la necesidad de ver esos lugares y de respirar ese aire…”.Entendió de inmediato que a nada habría servido insistir. Se puso a llorar y solamente me dijo “Siempre haces lo que quieres, por lo menos ten cuidado”. Para que no se preocupara le dije que me quedaría en la zona de Pellaud. Lago y prado entre los alerces y el torrente Dora de Rhemes. Donde instalamos el campamento.
En realidad ya había yo decidido subir al campo de pastoreo Entrelor. El llano de las marmotas como lo llamamos nosotros. No es peligroso. Aunque sabía yo que no habría encontrado otros excursionistas. Sobre todo en esta época del año…
Estoy seguro de que Mónica sabía que no era mi intención quedarme en Pellaud. Sí, porque me puse la camiseta térmica y el vellón polar y puse en el coche la campera. O, tal vez, lo sabía y me dejó hacer lo que yo quería.
Los bastones los tomé en el garage, sin que me viera. Así como, sin que me viera, tomé del armario que está en la recámara de Chiara la mochila y la cantimplora. Gorro de lana y guantes no podían despertar sospechas porque los uso aún estando en casa.
A las 7:30 había llegado a Pellaud, en Rhemes Notre Dame, Valle de Aosta.
Sí, porque si quieres evitar el tráfico de la carretera Torino-Trieste tienes que salir de Rivolta a las 5:00.
A las 5:45 ya había llegado a Arluno. Pocos autos y sólo algunos camiones. Debo decir que los trabajos para triplicar los carriles en ambas direcciones están casi terminados.
En Santhià salgo de la Torino-Trieste y llego a Viverone. Pocos autos y pocos camiones. Estoy indeciso entre si parar o no en el Autogrill de Viverone. Mejor no, no perdamos tiempo precioso.
Pasando frente al Autogrill me pareció ver bajar del autobús a los chicos alegres del primer grupo de las vacaciones de verano en Rhemes, exactamente como el ocho de julio pasado, en realidad era sólo un recuerdo.
Pago el peaje en la caseta de Aosta Est y continúo hacia Cormayeur. Después de pocos kilómetros llego a la caseta de Aosta-Saint Pierre. Aquí no se paga. No porque la sociedad que administra ese tramo de autopista sea magnánima, sino porque en Aosta Est te hacen pagar el tramo entero hasta Cormayeur. Claro está que si quieres salirte antes puedes hacerlo. No te obligan a ir hasta Cormayeur para después regresar. Pero no es justo. Son muchos los que se salen en la caseta de Aosta Est y después recorren la carretera estatal 26 por una cuestión de principio.
En poco tiempo llego a Villeneuve. Quería poner gasolina en el distribuidor Esso de De Nard, pero todavía está cerrado. La pondré al regreso, tenía ganas de saludarlo. Es De Nard quien nos lleva los tanques de GPL al campamento. Atravieso el estrecho puente de Introd, una obra maestra arquitectónica. Unas cuantas curvas y llego a Plan de Introd. Desde ahí se puede ver el Monte Blanco, pero hoy no me detengo porque las nubes cubren todo. Direccional hacia la derecha y llego a Val di Rhemes. El camino no es tortuoso. De hecho carece de curvas. Subiendo, mano a mano, baja la temperatura. Te das cuenta enseguida. No es necesario mirar el cuadrante del reloj. Basta sólo ese soplo de aire que entra en el auto. Cruzo Rhemes Saint George. Echo un vistazo al campamento Val di Rhemes, desierto, recorro la larga recta que permite subir rápidamente. Veo los pequeños pueblos de Frassiney, Créton y Melignon. Unos kilómetros más y veo la Granta Parey. Está cubierta por las nubes, pero yo la veo igualmente. La tengo grabada en mi mente.
La Granta…
La del logo…
Pienso al logo y me siento feliz por el sueño que logré realizar. 750 solicitudes de amistad en 6 días! Me conmuevo por todo lo que me han escrito en mi muro y en privado. Temo no lograr contestar y agradecer a todos debido a los cientos de notificaciones de Facebook.
Ya casi llego, el corazón late cada vez más fuerte. Veo Artalle, el primer pueblo de Rhemes. Y después Carre, Chanavey y Bruil, el centro de Rhemes. Estaciono y bebo un cappuccino caliente en Chez Lidia. Berard Pacifico ya había abierto el negocio. Pido que me preparen un par de emparedados con jamón horneado. Tomo dos barras de chocolate oscuro. Me subo de nuevo al auto y sigo adelante. A la izquierda, el pueblo de Chaudanne. Y la cascada. Tengo que cambiar la marcha a segunda porque aquí el camino es muy empinado. Luego se empareja y a la izquierda veo el pueblo de Pellaud, pero decido continuar hasta Thumel. Veo la galería de entrada a la pequeña central hidroeléctrica. Bajo del auto y admiro las montañas que me circundan. Recuerdo cuando llevábamos a los chicos a ver el cielo lleno de estrellas. La Via Láctea y la Osa Mayor. Subo de nuevo al auto y regreso a Pellaud.
Atravieso el puente del torrente Dora de Rhemes y estaciono el auto en la plazuela.
La primera cosa que hago es quitarme los zapatos y los calcetines. Me pongo las calzetas y las botas. El día está sombrío, poco importa. Nieva un poco y hace frío, pero las manos no se me cierran como en julio. La cafetería Du Coin está cerrada. Las persianas de las chozas de los pastores están cerradas. Todas menos una. Veo la luz encendida en la cocina. Una chimenea humea. Sólo un poco de agua en la cantimplora. Peso inútil, sé ya que no beberé.
Cuántas veces bebimos en aquella fuente cuando preparábamos el campamento bajo la dirección del experto Davide, con todos los demás voluntarios. Ida y vuelta del pueblo al campamento para llevar todo lo necesario. Usando un camión jalado por un tractorcito de cuatro ruedas motrices. Un sorbo en la fuente cada vez que pasaba yo enfrente. Pero esta es otra historia.

Cascate torrente Entrelor

Regresemos a hoy.
Con la mochila en la espalda recorro el camino que lleva al campamento.
Las vigas de hierro sobre las cuales descansan los tablajes están frías y tristes. Saben que dentro de poco estarán cubiertas por la nieve y que no verán el sol hasta marzo. Cuando yo cumpliré 48 años.
Los tablajes de madera también están tristes, aún sabiendo que transcurrirán el invierno protegidos bajo el telón azul de un camión. Están tristes porque tendrán que esperar el mes de julio del próximo año antes de sentir los pasos de chicos bulliciosos.
Será mejor que me vaya, no quisiera yo entristecerme como las vigas y los tablados.
Tomo el sendero que atraviesa el bosque de alerces y llego rápidamente al estanque Pellaud. Sus aguas son cristalinas, como siempre. Estoy solo. Una trucha se acerca a la orilla, pero apenas me ve se aleja. Cruzo el puente de madera cerca de la casa del electricista. Me paro un momento a observar las cascadas de agua de los tres riachuelos. Hay menos agua que en julio. En verano el sol lleva las de ganar fácilmente, pero en invierno los campos de nieve toman venganza.
Tengo que irme, aunque no quisiera. Veo los chicos que buscan, sin encontrarlas, las tarjetas de la búsqueda del tesoro. Me acuerdo de cuando las escondíamos en lugares impensables. Pobres…
Me pongo en camino y llego rápidamente al lago de los renacuajos. Más recuerdos, no puedo pararme aquí tampoco.
Un breve tramo de camino de terrazería y veo el primer campo de pastoreo. El Gran Combin no se ve. Nubes bajas y nevisca, pero yo sé donde está. Me lo imagino con la cima cubierta de nieve.
Me dirijo hacia el puente de madera y cruzo el torrente del Entrelor. Me paro sólo un momento para observar las cascadas y luego continúo. Veo el segundo campo de pastoreo, pocos minutos y llego al puentecillo del canal Gran Ru. El sendero empieza a empinarse y el corazón comienza a latir cada vez más fuerte.
Como en el 2012, cuando subía yo corriendo la llanura de las marmotas. Un poco más de veinte minutos, del campamento a la cruz de madera.
Me paro un instante. No hay nadie. Estoy yo solo con mis pensamientos. Hasta podría vendarme los ojos, estoy seguro de que igual llegaría yo a la cruz. Sigo subiendo y poco después el corazón me recuerda que él también está conmigo. “Si quieres seguir adelante, hazlo. Yo me paro un momento” me dice.
Disminuyo. La lentitud de mi marcha me hace encabronar como una fiera. Oigo los chicos que se quejan. Ellos también quieren pararse. Unos para amarrarse los cordones de las botas, otros para quitarse el vellón, otros para beber y otros para comer un bocadillo o una manzana.
En realidad es sólo un excusa. Estoy solo.
Continúo y finalmente veo los rododendros entre las rocas. Es el tramo más difícil, pero falta poco. La nevisca aumenta. Los rododendros han perdido las flores. Están tristes. Nunca los había visto así. Se parecen un poco a mí. En julio estaban llenos de flores. Me digo que es el curso de las estaciones. En julio tendrán de nuevo flores. Tomo un sorbo de agua. Está helada. La dejo un momento en la boca antes de tragarla. Inicio a vislumbrar el cielo gris entre los alerces. Ya casi llego.
Los alerces se desvisten de las agujas. Son menos hermosos que en julio. Los justifico, porque si no lo hicieran el peso de la nieve rompería sus ramas. Yo también quisiera librarme de algo, pero se necesita paciencia. Mucha paciencia.
Pocos metros y veo la cruz.
Lo logré!
También la Granta está escondida por las nubes, pero aún así la veo.
Ahí está.
Y veo también la cumbre del Entrelor, aún cuando está cubierta por las nubes.
No tengo hambre. Como sólo medio emparedado porque no puedo tomar las pastillas de la quimioterapia en ayunas.
La nevisca continúa y empieza a cubrir con su manto el campo de pastoreo.
Oigo los chicos gritar y pocos quieren continuar conmigo hasta el Entrelor. Insisto, aunque estoy realmente cansado. Decido pararme yo también.
Hay un poco de viento. Debería yo bajar ahora mismo.
Veo a los lejos la figura de un excursionista que se está acercando. “Habrá ido al Entrelor” pienso. O tal vez no, porque una gran nevada lo ha cubierto.
Me alcanza y nos saludamos. En montaña se saluda siempre. Aún cuando uno no se conoce. Cruzamos cuatro palabras. Yo me presento como Luigi. No como Luigino o Gino o Gigi. El se llama Michele. Empezamos a platicar y me doy cuenta de que hablo sólo yo. De mi proyecto. De lo que quisiera yo hacer en agosto del año próximo. Me emociono mientras le cuento. Creo haberlo entusiasmado porque me pregunta si puede acompañarme en este desafío. Le contesto que debe acompañarme. Cueste lo que cueste!
Pienso “He encontrado un ángel de la guarda en carne y hueso”.
Me dice “Bajamos juntos a Rhemes?”
Me gustaría, pero estoy cansado, muy cansado.
Ya dormía yo poco.
Desde el viernes pasado, desde que hice mi perfil en Facebook, duermo poquísimo. Culpa de la adrenalina…
Le digo “Me quedo 10 minutos más”.
Nos despedimos y se pone en marcha.
Me parece una persona confiable y sensible.
Me quedo dormido…
Sueño en blanco y negro.
La Granta Parey, el águila y las palabras “I hope, I dream, I live”.

Después sueño en color.
El arcoiris.
Ya es julio, los rododendros florecen y los alerces están llenos de agujas verdes.
Yo también me siento en forma… subo cada vez más.
Me canso, tengo fiebre y me dan ganas de vomitar, pero no me paro.
Porque sé que lo lograré. Estoy seguro.
Oigo la voz de Mónica que me llama pero no quiero despertarme. Quiero continuar a soñar.
Me toca el hombro y me despierto con un sobresalto.
“Con quién viniste hasta aquí arriba?” le pregunto
“Contigo, no te hagas el chistoso” me contesta.
Mientras tanto, Liliana y Raffaella mi quitan la aguja de las infusiones y podemos regresar a casa.
La vigésima novena quimio ha terminado…

Hospital San Raffaele, jueves 6 de noviembre 2014.

PS1
Pido me disculpen por haber puesto en mi muro el cambio de programa y haberles hecho creer que no había yo ido al San Raffaele para ponerme el ciclo de quimioterapia. Obviamente mi vecino de casa y amigo Giorgio y algunos más no podían “caer en la trampa”. El objetivo de este “engaño” era llevarles virtualmente conmigo. Si hubiera anticipado que estaba en Línea Arianna habrían leído esta historia con otros ojos.
Alguno de ustedes habrá intuido, por lo largo de la historia, que no podía yo haber ido a Rhemes. De seguro, no habría podido escribir mientras caminaba…

PS2
Hoy salón amarillo en Línea Arianna. No vi a Massimo. Mejor, así no lloramos juntos hablando de la Cremonese. Adivinen quién estaba adelante de mí? No se los puedo decir ahora: lo sabrán cuando lean “Curcuma”.

PS3
Una buena noticia: por primera vez escribí en el San Raffaele con el PC. Un poco complicado con la mano derecha porque soy zurdo. Por qué no usé la mano izquierda? Porque en esa tenía yo la aguja de las infusiones. Apenas llegué a casa terminé la historia. Esperé un poco para subirla a facebook, porque se necesita tiempo para regresar de Rhemes. Muchos habrían sospechado.

PS4
Después de haber leído esta historia les pido no lo comenten en el muro antes de mañana por la noche, para no arruinar la lectura a los demás. Si no pueden evitarlo, sólo un “me gusta”, que nada revela, es suficiente.

PS5
Cómo estoy hoy? Muy bien. Después de haber leído la historia no me lo pregunten en el muro. Por lo que escribí en la PS4. Si me lo preguntan y no contesto no es porque soy maleducado. En chat trataré de contestarles, tanto ya sé que no dormiré toda la noche. No sólo por la adrenalina, sino también por la cortisona.

PS6
Esta historia la dedico a Liliana y Raffaella: ellas saben por qué…